Domingo 10 de Mayo

LA MANADA ASTERIX Y EL MUNDO DE LAS PELIS

Ya tenemos película nueva !!

 

 

Y también tenemos más BAs

El lunes puse la mesa para comer, el martes guardé los platos de mi hermano en el lavavajillas, el miércoles púese la mesa para comer y cenar y hoy he puesto la mesa para comer (P)

 

 

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Allá en la selva vivía la vieja lechuza de ojos amarillos, redondos y grandes, con dos copetitos sobre su cabeza a guisa de orejas. Los niños tontos le tenían miedo porque sólo llegaba de noche, dando un grito ululante, fantástico, que les sonaba como si fuera de fantasmas; mas los niños de la selva no ignoraban que era sabia y fina para con todo el mundo. En la villa vivía un sastre que tenía dos hijos pequeños, Tomas y Juan. Vivían con él y con su anciana abuelita; su madre ya había muerto. Aún cuando la abuelita los amaba, siempre los estaba regañando por flojos, olvidadizos y sucios. Durante sus juegos hacían un ruido infernal y todo lo volvían al revés poniendo los muebles en desorden, rompiendo la loza, inutilizando su ropa y poniéndose hechos un asco; nunca pensaban en las penas y trabajos que ocasionaban a los demás, sólo pensaban en divertirse.

La abuelita les contaba cuán diferente había sido aquella casa en años pasados, cuando el Buen Chico habitaba en ella. ¿Quién era el Buen Chico? querían saber los muchachos.

El Buen Chico -decía la abuelita- era un duendecillo que solía venir a casa antes que nadie se levantara, limpiaba la chimenea y ponía fuego, acarreaba agua y preparaba el desayuno; ponía los cuartos en orden, hacía, en fin, todos los quehaceres sin dejarse ver de nadie jamás; siempre abandonaba la casa antes que alguien se hubiese levantado; era una bendición para todo el mundo, todos eran felices, y la casa reluciente y limpia.

Tomas y Juan desearon saber cómo podrían conseguirse un Buen Chico que viniera a ayudarlos en los quehaceres de su casa, evitándoles tener que hacer las diferentes cosas que su padre y su abuelita estaban ordenándoles siempre.

Rogaron a su abuelita les dijera cómo podrían encontrar un Buen Chico, y ella les dijo que lo mejor era ir en busca de la vieja sabia lechuza y preguntarle, pues ella probablemente sabría todo lo relativo a los duendes, y les podría informar dónde encontrar un Buen Chico.

Así, pues. Tomas, el más grande, salió de su casa después de que oscureció y cuando oyó a la lechuza cantar, imitó su canto, se acercó a ella y se pusieron a conversar. Tomas le contó sus penas, cómo se le hacía pesado trabajar cuando él deseaba jugar, y cómo ansiaba encontrar un Buen Chico que viniera a vivir a su casa, de tal manera que ya no tuviera que desempeñar más trabajos por sí mismo, dedicándose a descansar.

¡Oj! ¡ju ju ju! ¡ju- ju- ju- juuu!- dijo la vieja lechuza:- ¿Ves aquel estanque? Ve por el lado norte y cuando la luna se refleje en él da tres vueltas y di: «Tuérceme, dame vueltas y muéstrame al enano. Mira en el estanque y … para obtener las últimas palabras del verso, mira en el agua y allí encontrarás al Buen Chico cuyo nombre completará el verso, si tú lo deseas».

Cuando la luna hubo salido, Tomas fue al estanque. dio tres vueltas sobre sí mismo y gritó:

Tuérceme, dame vueltas y enseñame al enano.

Miró en el estanque y vio…

Pero al ver en el estanque no veía otra cosa que su propio retrato.
 Así, pues, regresó a donde estaba la vieja lechuza y le dijo que no había visto más que su propio retrato en el agua, en donde él esperaba ver un Buen Chico que viniera a casa a desempeñar su trabajo.

Entonces la vieja lechuza le dijo:

-¿No viste a nadie cuyo nombre completara el verso que yo te di? El replicó:

-No.

Y la lechuza le dijo:

-¿Qué viste en el estanque? Tomas replicó:

-Mi retrato. Entonces la lechuza dijo:

-¿Y las palabras mi retrato no completan el verso?

Y Tomas pensó en el verso: «Tuérceme, dame vueltas y enseñame al enano. Miro en el estanque y encuentro mi retrato».

-Pero yo no soy un Buen Chico – agregó el niño. A lo cual replicó la lechuza:

-No, pero puedes serlo. Tú puedes ser un Buen Chico, si tratas de serlo; tú eres un niño fuerte, puedes barrer el piso; eres lo suficientemente inteligente para hacer un fuego y encenderlo; puedes llenar la marmita y ponerla a hervir; puedes arreglar tu cuarto; puedes poner la mesa para el desayuno, puedes hacer tu cama y doblar tus vestidos; todo esto puedes hacerlo antes de que alguien se haya levantado, y cuando tu padre y tu abuelita bajen pensarán que los duendes han hecho el trabajo.
 Los Buenos Chicos son hombrecillos pequeños que viven en las casas y hacen el bien en ellas.

En algunas casas en vez de Buenos Chicos hay Bandarlogs, esto es, Malos Chicos. Cuando la gente desea estar tranquila para dedicarse a escribir o a leer, o cuando se encuentra enferma y cansada, los Bandarlogs, comienzan a dar de gritos y a correr por el cuarto.

Cuando la casa está limpia y arreglada, vienen a poner todo en desorden rompiendo los muebles y la loza y dejan todo fuera de lugar para que otros vengan y lo arreglen. Son sucios y perezosos y nunca tratan de ayudar a sus padres.
Los Malos Chicos son bestezuelas horribles muy diferentes de los Buenos Chicos.

Pero los Malos Chicos no son en realidad geniecillos o duendes, son niños y niñas comunes y corrientes que viven en las casas y que se convierten en Buenos Chicos, si se levantan a tiempo para hacer su Buena Acción, en vez de permanecer en cama y portarse como Malos Chicos.

Los Buenos Chicos hacen su trabajo calladamente, sin desear que se les den las gracias y se les premie por ello. Lo hacen porque tal es su deber para con su padre, su madre y su familia. Algunas veces les costará trabajo porque se sienten cansados y desean jugar, pero entonces deberán recordar que aquello es su deber y que el deber hay que anteponerlo a todo lo demás.

Así, pues, en nuestra historia, Tomas y Juan, después de que recibieron el consejo de la vieja lechuza, dejaban su cama muy temprano en la mañana. Limpiaban la casa y encendían el fuego; ponían todo lo necesario para el desayuno y volvían sin hacer ruido a su cuarto; cuando el padre y la abuela bajaban esperando encontrar mucho en qué trabajar, se quedaban atónitos al ver que ya todo estaba hecho, y pensaban que los duendes lo habían ejecutado.

Así sucedió día tras día, y nuestros niños cada vez encontraban más placer en el cumplimiento de su deber, mucho más que el que habían encontrado en sus antiguos juegos; pasó algún tiempo antes de que sus padres descubrieran quiénes eran los verdaderos Buenos Chicos.

Así, todo Lobato puede y debe ser un Buen Chico en su casa, ejecutando buenas acciones todos los días para su padre y su madre, sin ostentación. Un Lobato jamás se parece a un Bandarlog.

Y no se conforma con hacer una Buena Acción en casa, sino que también las hace cuando está fuera de ella: para su compañero de escuela y para su maestro, cuando está en la escuela; para su compañero Lobato y para su Jefe de Manada; en el autobús o en la ciudad. Cuando encuentra oportunidad de servir a alguien, lo hace inmediatamente, porque tal es su deber. Y jamás aceptará una recompensa por haber obrado así.

Baden Powell

bp